sábado, 5 de noviembre de 2011

EL OMBLIGO DEL MUNDO

Y por fin el ombligo del mundo, el Cusco, la ciudad construida encima de la ciudad, el lugar  donde se ilustra de forma más contundente la colonización española sobre el mundo inca. Por todas sus calles podemos contemplar casonas, iglesias, conventos…construidos encima de los gruesos muros de las antiguas edificaciones incas, y como máximo ejemplo, encontramos la iglesia-convento de Santo Domingo, erigido encima del espectacular palacio de Qoricancha, residencia de los sucesivos emperadores que gobernaron el imperio inca.

                                                 

La Gran Plaza, antes rodeada de palacios y templos incas, es ahora la Plaza de Armas, rodeada de iglesias y edificios de porches abovedados, siendo, entonces y ahora, el centro neurálgico de la ciudad.
                                             

Muchas son las ciudades coloniales que hemos recorrido, pero el Cusco tiene algo especial que la hace sobresalir de las demás, sus calles, sus casa, sus colores, su luz, su entorno, la convierten en un lugar donde cada paso que das descubre y a cada descanso que te tomas te susurra al oído las historias anónimas de sus rincones.


                                     
 
Por azar nos quedamos en un hotel (Villa San Blas) del barrio más de moda, San Blas, de calles estrechísimas e inclinadas ubicado en un cerrito y que conecta rápidamente con el centro histórico. Era un lugar tranquilo y de los pocos donde prestaban la cocina, por lo que ya no nos movimos en toda nuestra larga estadía en el Cusco. Desde la habitación veíamos los tejados de la ciudad a través de una pequeña ventana y en el comedor había unas “vistas” excelentes.
 

El Cusco se halla en un pequeño valle rodeado de cerros y montañas, de modo que casi ya no puede crecer, aunque sus barrios periféricos se agarran a las faldas de las montañas o crecen hacia el sur, donde el valle se prolonga en una angostura. Para los Incas el valle y las montañas donde se halla Cusco era como un jaguar agazapado, donde Qoricancha eran sus genitales y sus dientes eran la fortaleza de Sacsayhuaman, unas ruinas situadas en lo alto de un cerro que domina la ciudad, donde los incas construyeron una fortificación que asemeja la dentadura de un felino. Sacsayhuaman es la construcción inca realizada con bloques de piedra de mayor tamaño de todas las que se conocen, por eso pasear por sus terrazas es una experiencia increíble, en todos los sentidos de la palabra.
                                      
                                      
 
Naturalmente nos hartamos de andar las calles de la ciudad y de visitar sus iglesias y museos, aparte de absorber todo lo que la ciudad nos aportó en esos días, como por ejemplo los preparativos de la fiesta del Inti Raymi (solsticio de verano) y la campaña electoral para la segunda vuelta de las elecciones a la presidencia del Perú, que enfrentaba a Ollanta Humala (vencedor) y a Keiko Fujimori.
                                
A pesar de ser una meca del turismo, el Cusco tiene sus rincones plácidos cuando te alejas del centro y te sumerges por las callejuelas menos transitadas de la ciudad. Y desde cualquier lugar, los campanarios de las iglesias emergiendo sobre las tejas mohosas de las viejas casonas,


o las paredes de cal blanca apoyadas sobre los cimientos de antiguos muro incas,
                                     
y reposo, y bullicio, e historia y leyendas fundidos, como todo en el Cusco. Como la Última Cena, el cuadro más conocido de la catedral, donde sobre la mesa no se sirve el sempiterno pan sino un cuy asado, una de las comidas regionales más conocidas.



Que por supuesto comimos en una de las zonas de cuyerías más típicas de los alrededores de Cusco.



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