domingo, 6 de noviembre de 2011

EL VALLE SAGRADO

Al Cusco le bastaría con lo ya contado para ser un lugar indispensable para el viajero, pero a todo ello hay que sumarle que a su alrededor se halla el Valle Sagrado, una zona repleta de sitios arqueológicos, diversos y espectaculares, situados a poca distancia de la ciudad, por lo que el Cusco se convierte en campo base para visitarlos.
Al Sur se encuentran las ruinas de la extensa ciudad huari de Piquillacta, los vestigios mejor conservados de este pueblo guerrero, con sus muros elevados y sus calles cuadriculadas.
                              
También allí nos sorprendió un pequeño museo que exponía el descubrimiento del esqueleto y la coraza de un gliptodonte, un ancestro de los actuales armadillos, que vivió en el terciario.

Continuando en el sur visitamos las espléndidas terrazas de Tipón, un espectacular lugar de descanso del emperador,  con una de las construcciones hidráulicas más ingeniosas y bien conservadas del periodo inca, donde, de hecho, los canales y fuentes continúan fluyendo como antaño gracias al agua que se filtra de las montañas circundantes y que los canales incas hacen confluir en ese vallecito.

Otro lugar parecido, éste al Norte, son las terrazas circulares de Moray, un espectacular circo de terrazas superpuestas que conseguía microclimas distintos en cada nivel y que servía para experimentar con cultivos nuevos. Para apreciar las dimensiones del lugar intentad encontrar a las personas que pasean por el sitio.

Pisac es la ciudad mejor conservada y completa de las que se encuentran en el Valle Sagrado.

Situada en la ladera de un cerro, Pisac conserva los muros y niveles que dividía a la clase baja de la clase alta bajo la misma ciudad, pero sin conexión entre ambas, cosa que convierte el lugar en una especie de laberinto de callejuelas y escaleras que te llevan a estancias o balcones la mayoría de veces sin salida. Las vistas desde el templo situado en la cima son espectaculares.

Un camino vertiginoso que rodea el cerro conecta el núcleo central con otro pequeño núcleo, fundamentalmente ceremonial, que se halla al otro lado del cerro y al que se llega tras pasar por un túnel construido por los incas en la roca. En este segundo núcleo encontramos el templo central con la Roca Sagrada en su interior.


La bajada al pueblo a través de la zona de terrazas de cultivo es el colofón de la visita a Pisac, sin duda tan espectacular como agotadora, por fortuna no faltan esos pequeños lugares donde recargar fuerzas.

Menos espectacular que la anterior y también menos extensa y conservada, Ollantaytambo se erige como el segundo lugar más visitado del Valle Sagrado. La ciudad, al igual que Pisac, también parece suspendida en la ladera de un cerro, casi mimetizándose con éste.

Destacan en el lugar la zona de fuentes situada en lo que fue un agradable jardín, las terrazas a los pies de la ciudad, y parte de templos de gran importancia, como el del Sacerdote que conserva 6 grandes bloques de piedra donde pueden apreciarse gravados dependiendo de la posición del sol.


Cerca de Ollantaytambo se encuentra el pueblo de Chinchero, una especie de Cusco a escala de pueblo, donde destaca su espectacular iglesia completamente pintada en su interior.

                                            

Al igual que el Cusco, Chinchero se construyó sobre una ciudad inca, pero aquí no sólo los muros se mezclan, sino también sus gentes, ya que a diferencia de la capital, donde el indígena sólo está para hacerse la foto con el turista o venderle artesanía, aquí reside y manda, vive y hace vivir sus costumbres, con lo que el sincretismo histórico se hace más palpable.
                                       

 El recorrido por el Valle Sagrado se completa con otros lugares de menor importancia, como el recinto sagrado de Puka Pukara que era una escuela de sacerdotes incas; el tambo (campamento de descanso) de Tambomachay, donde el emperador y su comitiva reposaba cuando realizaban viajes largos;
 
y la Roca Sagrada de Qen’co, lugar ceremonial y observatorio astronómico donde la roca fue esculpida para selañar equinoccios y solsticios a través de un juego de luces y sombras que resulta asombroso.

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