En nuestro plan inicial habíamos descartado visitar Nazca, pero una serie de factores hizo reconsiderar nuestra decisión y pensamos que siendo las líneas de Nazca uno de los mayores enigmas de la humanidad sería absurdo pasar de largo. Así que ahí estábamos subidos a una avioneta con media familia de chilenos (abuela, madre e hijo-nieto) por cierto el niño un ‘taladro humano’ que no podíamos quitarnos de encima y que con sus 12 años era una especie de empollón sobrenatural y sabía de todo.
La avioneta arrancó con un estruendo horroroso pero por encima del ruido la voz de pito del niño hablando sin parar y después de 5 minutos de vuelo, ahí estaban, las primeras líneas: los triángulos, la ballena y el astronauta
De repente nos dimos cuenta que el niño había enmudecido y al girarnos lo vimos blanco como la cera, había pillado un mareo del copón, fue el único modo de que cerrase el pico de una vez.
Sobre volábamos las figuras primero por un lado y luego por el otro y realmente resultaba impresionante ver esos enormes dibujos en medio del desierto de Nazca, aunque desde esa altura quizá no se apreciase su gran tamaño. De todos modos el vuelo es caro (100 dólares) y muy corto (25 minutos), pero es la única manera de verlas ya que desde ningún mirador se pueden apreciar. Y así continuamos viendo el mono, la araña, el cóndor, las manos y el colibrí.
La verdad es que aparte de observar las líneas, la vista del desierto de Nazca desde el aire es espectacular.
Hoy en día todavía se desconoce el objetivo de dichas líneas ni cómo pudieron hacerlas sin ningún referente aéreo. Se ha especulado con calendarios, observatorios astronómicos, lugares de regadío, etc… Pero para nosotros lo más probable es que sólo se trate de una ofrenda al dios de la lluvia que era el único que desde el cielo podría contemplar las líneas, tal y como nos comentó posteriormente un guía en Sechín.
Inmediatamente después del vuelo nos subimos a un bus de Cruz del Sur dirección a Paracas donde llegamos ya de noche y dormimos en el Hostal El Zarcillo propiedad de la compañía de buses. En Paracas teníamos el objetivo de visitar las salvajes islas Ballestas. El único modo de ir a Las Ballestas es con un tour por lo que nos montamos en un bote con 20 personas más y con un guía. Al salir de la bahía se observa la figura de un candelabro que en un principio se pensó que era del mismo origen que las líneas de Nazca pero posteriormente se descartó ya que se cree que es mucho más reciente¨.
Las Islas Ballestas se empezaron a divisar a lo lejos como esas islas misteriosas de los cuentos de terror sobre voladas por infinidad de pájaros con sus siluetas agrestes y sus blancos lomos. Las Islas son conocidas por ser inmensos depósitos de guano (excremento de pájaro), ya que en ellas nidifican numerosas especies de pájaros. En el pasado el guano fue un producto muy cotizado y durante años esas islas fueron el principal suministrador de este material para comercializarlo a nivel mundial. Hoy en día hay extracciones cada 10 años para permitir la conservación de sus especies, por cierto, el año que viene toca extraer.
En las islas se encuentran también otras especies como pingüinos de Humboldt y lobos marinos, aunque cada vez hay menos debido a las malas prácticas a la hora de pescar.
Navegar alrededor de los acantilados resulta por otra parte espectacular debido a las caprichosas formas que el agua ha esculpido en las islas repletas de túneles, arcos y grutas.
Una de las gratas sorpresas que hemos encontrado en nuestro viaje fue la Reserva Nacional de Paracas, un lugar desconocido para nosotros y que no entraba en nuestros planes, sencillamente porque no sabíamos que existía. A poca distancia del pueblito de Paracas se halla esta península que no es más que un extenso desierto de tierra y arena que penetra en el océano. El contraste entre la arena y el mar es un espectáculo hipnotizante.
La primera incursión que hicimos en el parque fue en un tour de 3 horas escasas y a velocidad de crucero que hicimos volviendo de las Ballestas. Esa tarde vimos la espectacular playa roja,
junto con otros lugares de interés como el mirador a la catedral (lo que queda de un enorme arco de tierra agujereado por las olas y el viento) y el pequeño puerto pesquero de Lagunillas donde comimos una exquisita jalea (combinado de pesado y marisco rebozado).
No quedando satisfechos, al día siguiente fuimos por nuestra cuenta hasta Lagunillas para pasear a nuestro ritmo por las costas de la Reserva Nacional, visitando lugares de ensueño como la playa del raspón
El Pacífico nos acogió con toda su belleza, mientras pelícanos, ostreros y gaviotas pescaban o tomaban el sol a nuestro alrededor. Lugar tranquilo donde los haya recomendamos enormemente visitar esta península, donde tierra, agua y viento se unen casi sin mezclarse, para construir un paisaje extasiante.
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