viernes, 11 de noviembre de 2011

POR LA CORDILLERA BLANCA

De Barranca nos fuimos a Huaraz, una ciudad situada en el centro de la Cordillera Blanca y al inicio del llamado Callejón de Huaylas. Se trata de una ciudad muy turística debido a la enorme afluencia de montañeros que acuden al lugar para realizar alguno de los innumerables trecks que se pueden hacer por la zona. La luz y la nitidez de la atmosfera te llenan de energía.

CHAVIN DE HUANTAR
El primer lugar que visitamos de la zona fue la antigua ciudad de Chavin de Huantar donde se desarrolló la cultura Chavin que hasta el descubrimiento de Caral era considerada  la más antigua de América. Aun siendo un lugar reducido y de visita rápida, hay multitud de elementos que la convierten en uno de los lugares que más nos ha impactado en nuestro viaje, sobre todo por El Lanzón:  un obelisco esculpido con el rostro de un dios y hallado en un laberinto subterráneo dentro de uno de los edificios dedicado al culto.  Su particularidad es que se halla aún en su lugar de origen debido a que cuando lo querían trasladar hubo un terremoto y pensaron que era una señal divina para evitar su traslado.

En todos los edificios se muestra la dualidad blanco-negro, metáfora del día y la noche o del mundo terrenal y el inframundo que se hace sobre todo visible en la escalinata que lleva al palacio principal donde media escalera está construida con piedras blancas y la otra mitad con piedras negras. En la entrada del palacio se encuentra el espectacular pórtico de las falcónidas, con columnas y frisos hábilmente grabados con figuras de divinidades, halcones y serpientes.
Otro de los elementos destacados de las ruinas son las cabezas clavas de las cuales una aún se encuentra en su lugar de origen, en una de las paredes exteriores de uno de los edificios que en su origen estaba totalmente decorado con este tipo de cabezas que ahora se encuentran en el museo del sitio.  


El elemento más destacado del museo del sitio, muy recomendable a pesar de estar muy alejado de las ruinas, es el obelisco Tello grabado exquisitamente y muy bien conservado (ver foto). También pertenece al lugar, aunque el original lo vimos en el museo de Lima, la estela de Raymondi que durante muchos años sirvió de mesa de un campesino de la zona que afortunadamente puso su lado grabado hacia abajo de manera que el dibujo pudo conservarse. 


CORDILLERA BLANCA
Huaraz se halla en el tramo de cordillera andina por donde daríamos nuestros últimos pasos entre nevados y tarteras prodigiosas, la cordillera Blanca, en el corazón de Perú.  De las muchas caminatas que se pueden hacer  por la zona escogimos la más conocida, el treck de Santa Cruz, nombre que proviene del valle por el que transcurre la mayor parte de la travesía. La hicimos en compañía de nuestro guía Carlos, de nuestro arriero Gabriel y de una pareja de belgas que conocimos en Huaraz el primer día, Sven y Delfin.

Nos desplazamos hasta el pueblo de Caraz en combi a través del callejón de Huaylas, y de allí agarramos un taxí hasta la comunidad de Cashapampa, donde conocimos a Gabriel, que junto con Carlos cargaron el caballo y las dos mulas que transportarían todo lo necesario para montar los campamentos. El primer día no andamos mucho, básicamente sirvió para llegar hasta el valle de Santa Cruz  (nombre que recibe de un tipo de planta que prolifera en todo el valle) y, una vez allí, transitar al lado del lecho del curso de agua que desciende por él. El ascenso para alcanzar el valle nos ofreció escenarios de gran belleza.

Transitamos por el valle entre altas paredes y cimas que empequeñecían nuestra presencia hasta llegar a la primera zona de acampada, una explanada llamada Llamacorral, donde montamos nuestras carpas al lado del rio.
                                   

Desde allí podíamos ver, al fondo del valle, el destino de nuestra próxima noche, en la base del circo formado por el nevado Taulliraju.

Este fue el treck más organizado que hicimos, ya que a parte de las carpas dobles montaban también carpa cocina, donde comíamos al amparo del viento, y carpa WC, donde…
Al día siguiente continuamos ascendiendo el amplio valle, en muchas ocasiones por el mismísimo lecho, ya que el río no era más que un pequeño hilo de agua que serpenteaba por su amplitud.  Sólo cuando llegamos a las lagunas Ichic cocha y Hatun cocha, éstas arrinconaron el sendero al lado derecho del valle, obligándonos a transitar por un caminito estrecho junto a ellas.

                                    

En un punto determinado del valle nos desviamos del curso de éste y ascendimos por la ladera izquierda hasta el mirador del Alpamayo, uno de los picos más conocidos de la cordillera por su esbelta forma piramidal cuando se le observa desde el norte. Nuestra posición era este, por tanto su silueta no era tan imponente, pero junto con otros picos formaban un circo fascinante. Lástima que para entonces el tiempo había empeorado y las nubes cubrían a ratos las cimas.


Descendimos nuevamente al lecho del río y llegamos a nuestra zona de acampada (Taullipampa), a los pies del impresionante glaciar del Taulliraju, poco después de mediodía. Gabriel ya había montado todo, por lo cual decidimos ir a hacer una excursión por nuestra cuenta (sin guía, sólo los belgas y nosotros) hasta la laguna Taullicocha, escondida tras una loma situada a los pies del nevado. La excursión fue un poco accidentada, porque el camino, que ya no se transitaba, se perdía al llegar a una zona de derrumbes, con lo que teníamos que hacer equilibrios sobre los enormes bloques de piedra que invadían toda la ladera. Delphine cogió miedo y avanzaba muy lentamente. Además tuvimos que inventarnos el camino que nos llevase a la laguna. Finalmente lo conseguimos pero la noche ya nos alcanzaba.

Dadas las dificultades que habíamos tenido en llegar, decidimos intentar bajar hasta el lecho del valle por el otro lado de la loma, pero pronto nos dimos cuenta que era imposible,  a Delphine le entró un ataque de nervios y se echó a llorar, ya que se creía perdida y con la noche encima, pero la verdad es que fue la lentitud con la que avanzaba el motivo más contundente de nuestro retraso. Tuvimos que volver a cruzar el bosque de rocas y al llegar a la pampa, Carlos y Gabriel ya venían con linternas a buscarnos. En fin, ahora nos reímos, pero fue un poco estresante toda la situación.
Al día siguiente nos esperaba el día más duro, la ascensión al Paso Unión a través de un camino zigzageante y empinado.

Arrieros y caminantes nos apelotonamos en ese embudo del treck, y tuvimos que hacer cola para hacernos la foto ‘oficial’.



 En la otra vertiente nos esperaba un camino que bajaba pasando al lado de diversos lagos



hasta alcanzar el curso de otro valle que nos conduciría, tras pasar por un bellísimo bosque de queñuas,


hasta nuestro último campamento, junto a un albergue.

El último día fue el más interesante e intenso. Nos levantamos muy de madrugada porque a las 8 un taxi nos esperaba en Vaquería para devolvernos a Huaraz, pero el día anterior habíamos decidido ampliar el treck pasando por la Laguna 69 a través de una ruta alternativa que Carlos nos había comentado. Así pues, empezamos a andar, aún de noche, las 3 horas de subida que nos separaban de la comunidad de Vaquería. Allí el taxi nos subió por una serpenteante carretera de terracería hasta el paso de Portachuelo, donde se aprecian las mejores vistas de la cima más alta de la Cordillera Blanca, el Huascarán, con sus 2 picos casi gemelos. Ante él, el Pisco y el Chacraraju le miran con envidia el primero y con indiferencia el segundo, eternamente condenados a contemplarse.


Descendimos hasta el quilómetro 42 en una de las innumerables curvas de la carretera y reemprendimos la caminata. Al poco rato pudimos apreciar una de las estampas más bonitas del treck, los lagos de Llanganuco encajonados en el estrecho cañón que el tiempo y la súplica abrieron entre los nevados Huascarán y Pisco.
                                           

 Detrás nuestro, el Chacraraju (el barbudo) envejecido más por su nombre que por su aspecto, se ofrecía a nuestros ojos con tanto descaro que no podíamos más que maravillarnos.


Nos volvimos a perder, esta vez con guía, y Delphine volvió a montar un show creyendo que estábamos perdidos ‘en medio de la nada’… En fin, nuestra experiencia belga no fue de las mejores como podéis ver… Naturalmente Carlos acabó encontrando el camino y llegamos, a través de paisajes espectaculares, a la Laguna 69, donde sus frías aguas, provenientes del glaciar, evitan que la gente enturbie uno de los colores turquesa más deslumbrantes que hemos visto en nuestra vida. Pero, esperen….¿nadie?

Y bueno claro, su nombre indica a ‘fotos originales’.



Bajamos hasta Cebollapampa, donde el taxi nos volvió a recoger y nos paró en las Lagunas de Llanganuco (exacto, las que se veían desde arriba).



El día terminó en lo que queda del lugar donde se localizaba el pueblo de Yungay, que en 1970 quedó sepultado por un alud de nieve y hielo proveniente del Huascarán, tras un terremoto. Murió casi todo el pueblo ya que en ese momento la mayoría de la gente estaba en sus casas escuchando por la radio el partido de futbol que la selección peruana disputaba en el Mundial de México 70. Sólo se salvaron un numeroso grupo de niños que estaban en un circo ruso situado en una colina a las afueras del pueblo, la mayoría fueron adoptados por  extranjeros y cada año visitan el lugar. De lo que fue el pueblo sólo quedan restos de la catedral y del cementerio, que de sus 7 pisos circulares el alud cubrió los 3 primeros.

Precisamente desde la cumbre de ese original cementerio vimos la luz del día perderse sobre el Huascarán.
                                    

SECHÍN

En una de las conversaciones que tuvimos con Carlos, nos recomendó visitar las ruinas de Sechín, situadas cerca del pueblo de Casma, que se encuentra en la costa, entre Lima y Trujillo. Por eso, aunque nuestro próximo destino era la colonial ciudad de Trujillo, decidimos gastar un día para visitar el lugar. Y valió la pena!! Los grabados hallados en los 4 muros que rodean el edificio más importante son todo un espectáculo.
                                     

El muro está construido a base de grandes losas con grabados que muestran una batalla. En los grabados se van intercalando las figuras de los guerreros vencedores, ricamente ataviados con sus vestimentas de guerra,
                                                                
y los soldados vencidos, que aparecen con las cabezas cortadas, partidos por la mitad o echando sangre por la cabeza, la boca o los ojos.

También se pueden observar grabados que muestran parte de la anatomía humana tan esquemáticos como los que pueden aparecer en un libro escolar, pero éstos están hechos muchos siglos antes de nuestra era.




Un guía muy competente y ameno (por cierto, el que con toda naturalidad dio la respuesta más convincente sobre el enigma de las líneas de Nazca) nos llevó por el lugar contándonos un montón de cosas sobre los habitantes de Sechín. Lamentablemente el lugar no tiene actualmente financiación con lo cual, los restos hallados en la fachada del templo principal han tenido que taparse con una fina capa de adobe para que no se deterioren, ya que no hay dinero para su mantenimiento. Por eso, en el museo del sitio han hecho una reproducción de los espectaculares relieves pintados que adornan el edificio, y que hacen pensar que si se pudieran ver los originales el lugar sería de imprescindible visita.
                                                   

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