sábado, 12 de noviembre de 2011

"TERRITORIO HUAQUERO"

Parecería que a Trujillo la han maquillado. A diferencia de otras ciudades coloniales de América Latina, donde conviven las casonas restauradas y pintadas con casas ruinosas a punto de hundirse, aquí parece que una varita mágica haya hecho su efecto de todas y cada una de las casas coloniales de la ciudad.

Sus calles resplandecen con los distintos colores de las fachadas componiendo una melodía visual que te transporta a un pasado imaginario.


De sus iglesias destaca la catedral, situada a un lado de una Plaza de Armas bulliciosa a todas horas.

Visitamos el interior de varias casonas e iglesias, con el peculiar sincretismo de sus santos vestidos y con pelo natural,

y paseamos por sus calles coloniales y avenida comerciales hasta aprendernos la ciudad.
                Curiosamente Trujillo no está pegada al océano, aunque éste se halla a poca distancia. Por eso es indispensable visitar el pequeño y turístico pueblo pesquero de Huanchaco,

para comer un buen marisco en la terraza de un restaurante,

embobarse con las ancestrales prácticas pesqueras de sus habitantes,

y contemplar una serena puesta de sol.


             Pero sin duda el reclamo más importante de la zona es la ciudad más grande del mundo hecha en adobe: Chan-Chan, y la presencia de múltiples huacas: lugares o espacios de veneración en el antiguo Perú
La Huaca de la Luna es una de las más impresionantes. Escondida bajo la arena del desierto durante siglos ha conservado, no sólo los relieves de sus paredes, sino el color de sus pinturas, lo que hace espectacular su visita.



La particularidad de esta huaca es que en ella se conservan distintas etapas constructivas; a la muerte de cada gobernador el edificio se cubría y se construía uno nuevo encima, para entendernos, como lo que pasa con el juego de muñecas rusas; es decir que la huaca se fue ampliando y elevando a cada nueva etapa. La estructura menos antigua de la Huaca de la Luna tiene 7 niveles exteriores, y la fachada este es la única que se ha excavado en su totalidad, mostrando los 7 niveles, cada uno de ellos decorado con un friso recurrente distinto.

Este hecho hace difícil poder llegar a las fachadas de las etapas anteriores porque sencillamente los muros más exteriores se desplomarían. Respecto a su interior, sí se han podido mostrar los frisos de la últimas 4 etapas, las 3 últimas muestran el típico mascarón del dios de las montañas,

mientras que la más antigua muestra un friso geométrico.
                Desde la Huaca de la Luna vemos no muy lejos la Huaca del Sol, más grande aún, pero donde no han empezado trabajos arqueológicos.

                Las huacas estaban construidas con infinidad de ladrillos de adobe elaborados por artesanos que estampaban su ‘firma’ en algunos de ellos, para dejar constancia de su labor.


Visitamos también la Huaca del Arcoíris, con unos relieves espectaculares en adobe pero sin color.

                Finalmente visitamos la inmensa ciudad de Chan Chan, donde se desarrolló la cultura chimú, compuesta por 10 ciudadelas (estructuras amuralladas) que a su vez albergaban diversos edificios. Sólo una de estas ciudadelas está desenterrada y reconstruida para ser visitada, la de Tschudi,


pero es cierto que observando bien el desierto puedes ubicar visualmente el resto de las ciudadelas, ya que los muros perimetrales de cada una son visibles aún.


Totalmente construida en paredes de adobe explorar Chan Chan resulta una experiencia impactante, pero también es cierto que los trabajos de restauración quizá sean excesivos.


Muchas de las paredes de sus edificios y corredores están decoradas con frisos recurrentes de distintos motivos aunque la mayoría de veces son animales relacionados con el mar, en el caso de la foto pelícanos.


          
   
            De Trujillo nos dirigimos hacia Chiclayo donde llegamos más tarde de lo esperado y tuvimos que agarrar un taxi que nos llevase hasta la pequeña ciudad de Ferreñafe. Sus calles nos recibieron celebrando el Día de la Amistad y llenas de gente y bullicio. En la gran Plaza de Armas, liderada por su iglesia, se encuentra la casa de los Mesones y ahí estaban Chela y Helena, las hermanas de Lucía Mesones, esperándonos con una reconfortante cena. Tras charlar un rato en el hermoso patio de la casa nos fuimos a descansar.
                          
El día siguiente nos despertamos con la música del himno de Perú que cada domingo tocan en la Plaza de Armas para izar la bandera. Por la mañana visitamos el Museo de Ferreñafe, muy ilustrativo respecto a la cultura Sicán, y por la tarde el maravilloso y espectacular Museo del Señor de Sipán de Lambayeque en el que están expuestas todas las piezas que se encontraron en la intacta tumba del Señor de Sipán. Nos impresionaron muchas de las piezas allí expuestas, pero las que más unas shakiras (collares) hechas de minúsculas piezas de Spondylus (moluscos de Ecuador) escrupulosamente labradas y formando figuras perfectamente simétricas. Tendremos que guardar esas imágenes en nuestra mente ya que no permiten tomar fotos de los objetos expuestos para evitar falsificaciones.
A unas horas intempestivas de la madrugada nos subimos a un autobús que nos dejó en Laquipampa donde vive Lucía en una casa preciosa, muy acogedora y con grandes vistas a la sierra.

Disfrutamos de casi 3 días estupendos en compañía de Lucía con quien charlamos, tomamos y reímos muy a gusto.

También aprovechamos para hacer alguna incursión al Refugio de Vida Silvestre de Laquipampa  para ver la sierra y la cercana cascada en compañía de Walter.




 Tanto en Ferreñafe como en Laquipampa nos mimaron y nos cuidaron mucho por lo que quedamos agradecidos y en deuda con la familia Mesones.

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