martes, 23 de agosto de 2011

ATRAPADOS POR BOLIVIA – SORATA Y COROICO

Dos de los atractivos ineludibles cercanos a La Paz son las poblaciones de Sorata, en el extremos norte de la Cordillera Real (a los pies del Illampu) y Coroico, en la región de la yungas (monte bajo-pre selva).
El principal atractivo de Sorata es su ubicación, como ya hemos dicho, a los pies del imponente Illampu, la segunda cima más alta de la Cordillera Real después del Illimani. Aunque el pueblo parece haber quedado detenido en un esplendor ya decadente.





Tuvimos la suerte de alojarnos en el hotel de una familia que nos cuidó como si fuéramos hijos suyos y que tenía una terraza espléndida que aprovechamos al máximo y la cocina más limpia de todas las que hemos usado en este viaje (Hostal Jordán). 
El primer día fuimos hasta el mirador del Cristo desde el que se aprecia una vista fantástica del cañón del río San Cristóbal.


Otro día lo dedicamos a caminar las aproximadamente 3 horas que separan el pueblo de la Gruta de San Pedro, una cueva con un lago en su interior con la extravagancia de tener 3 patines a pedales para recorrer sus 50m de largo, y que tras entrar por los pequeños puntos de acceso a la galería mayor  todavía no sabemos cómo consiguieron meterlos.
Dejamos para el final lo mejor: la excursión de 3 días a la Laguna Glaciar. Finalmente decidimos contratar un guía local que nos recomendaron en el hostel, ya que en el pueblo sólo hay una agencia de guías y arrieros locales que según información de otros viajeros deja mucho que desear. Nuestro guía fue Eduardo Cabrera (celular: 71504971), todo un personaje y al que recordamos de manera muy entrañable. Algunas de sus frases más célebres fueron:
-          ¿Y en España los reyes llevan coronas?
-          Los incas alzaban las piedras dándoles órdenes
-          No eran humanos, eran incas
-          La laguna Chillata tiene 800m de profundidad y está llena de oro que tiraban los incas desde su fortaleza
-          Se quiere soñar con monstruos…
Realmente fue muy buen guía, es buen conocedor del terreno que pisa, se adapta fácilmente al ritmo de los caminantes, la comida es buena y el material óptimo. Es muy agradable y le encanta conversar y aprender. Por lo tanto lo recomendamos de corazón y pensamos que realmente es necesario contratar un guía para realizar este treck.
Hicimos la caminata con 2 neozelandeses, Mike y Charlotte. Eduardo y la Mula Tula.


Subimos hasta Colani por una pista embarrada y desastrosa en el taxi de Eleuterio, que también era el propietario de Tula. A partir de ahí caminamos el resto del día hasta llegar a la Laguna Chillata.


Allí montamos las carpas y nos preparamos para cenar y pasar la noche, pero tuvimos la mala suerte de que se puso a llover.
Hasta tal punto que tuvimos que improvisar una carpa como cocina-comedor. Uno de los mayores inconvenientes fue el tremendo frío que pasamos, al día siguiente Eduardo nos consiguió mantas para paliar el frío y pasamos una noche mucho más agradable.
Cuando despertamos Elena ya había llegado para guardar nuestras pertenencias en nuestra ausencia. Pero nuestra sorpresa fue que Elena era una niña de 11 años, la hija del taxista, que había llegado a Chillata subiendo de noche el camino que nosotros recorrimos durante todo el día anterior.
Partimos hacia la Laguna Glaciar, a través de unos paisajes de extrema belleza nos acercamos a las faldas de otro nevado imponente desde donde se hacia el último ascenso hasta los 5000 msnm donde se hallaba la Laguna Glaciar.


Allí tomamos el almuerzo contemplando la belleza del glaciar que cae sobre la laguna en medio de un frío estremecedor y oyendo el misterioso crujir de sus entrañas. Sin tiempo para más iniciamos el descenso hasta llegar de nuevo a la Laguna Chillata sumergidos en una neblina intensa que nos acompañó hasta nuestro campamento. Eduardo se adelantó en el último tramo del camino para que Elena pudiese regresar a su casa, otra vez de noche claro.
La etapa del día siguiente era sencillamente regresar desde la Chillata hasta Sorata, todo descenso y sin mucha dificultad, con lo cual al mediodía ya habíamos llegado al pueblo.
En Sorata nos quedamos otro día más para descansar y absorber con tranquilidad su belleza.

                Desde Sorata cogimos una movilidad hacia La Paz y de ahí un autobús a Coroico donde llegamos a través de una carretera impresionante que transita por un estrecho cañón. De hecho, la carretera antigua que conduce a esta localidad es la llamada Carretera de la Muerte y en la actualidad sólo se utiliza para hacer tours en bicicleta con los turistas.
                Llegamos a Coroico a las puertas de la Semana Santa, y como es un destino muy popular entre los bolivianos, lo encontramos abarrotado de gente. A los males derivados por las fechas se le suma el mal endémico de Coroico, unos diminutos mosquitos invisibles que te acribillan sin piedad y sin que te des puta cuenta. Perdón por el vocabulario, pero es que estas picadas se retroalimentan durante día.
                Tres fueron los lugares que visitamos en Coroico:
-          Las Cascadas: a las que llegamos como pasajeros en una movilidad y retornamos a pie. La tercera cascada es la más espectacular.


-          El Vagante: está bastante alejado de Coroico y aunque el camino es muy bonito no recomendamos hacerlo a pie ya que la vuelta debe ser bastante dura, nosotros tuvimos la suerte que nos subieron en un coche en el que había espacio. El atractivo del lugar es que el río de repente se encañona en una quebrada formando cascadas, corrientes y toboganes.


-          Finalmente subimos al cerro Uchumachi, desde donde se puede contemplar una vista panorámica de Coroico y de las montañas que lo rodean y donde hay una gran variedad de flora autóctona.

                En Coroico el clima es cálido, es por eso que mucho de los esclavos africanos que trajeron los europeos y que no resistieron las bajas temperaturas del altiplano acabaron refugiándose en estos inhóspitos paraderos, un paisaje de pre selva mucho más acorde a sus lugares de origen. Es curioso contemplar personas de piel negra con las típicas indumentarias de chola o hombre andino.

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