Cuando piensas en el Titicaca, en cómo describirlo, las palabras suenan tan débiles, se hacen tan pequeñas, se ahogan tanto en la profundidad que quieren describir, que quizás las imágenes puedan ayudarnos aquí….por eso esta página la empezamos de este modo.
Final e inicio en nuestro paréntesis marciano, el lago Titicaca fue primero hallado y luego escogido. Para llegar a él desde La Paz es imprescindible travesar de forma estrambótica, personas por un lado y movilidades por otro, el temido estrecho de Tiquina.
Sin duda llegar a Copacabana, la ciudad boliviana más importante a orillas del lago, supone una decepción en todos sus aspectos. Mucho turismo, una ciudad sin grandes atractivos arquitectónicos, un puerto sucio y una playa no apta para el baño. Sólo la espectacular iglesia de la Virgen de Copacabana impone su belleza y grandiosidad sobre el resto.
Si os quedáis en Copacabana a dormir os recomendamos el Hostal Elenita, al final de la calle principal girando a la derecha y delante de donde salen las embarcaciones hacia la Isla del Sol.
Normalmente Copacabana es el punto de salida de los turistas que van a visitar la Isla del Sol, el lugar más visitado del Titicaca boliviano. Nosotros también pasamos 2 días en la Isla del Sol y es cierto que es un lugar maravilloso, aunque los 4 pueblos existentes en la isla están construyendo a gran velocidad habitaciones para albergar a los turistas. Llegamos al puerto de Yumani y subimos la famosa escalinata de piedra que conduce a la parte alta del pueblo, de allí parte un camino empedrado que traviesa la isla de punta a punta por sus cimas más altas que permiten espectaculares vistas sobre el lago.
En el extremo más al norte de la isla se encuentran las ruinas de Chincana, situadas en una atalaya y desde donde vemos la hermosa playa que queda a sus pies, que sería el primer punto del lago donde nuestros cuerpos se zambullirían.
Pasamos la noche en el pueblo de Challapampa y al día siguiente retornamos a nuestro punto de origen por un camino que recorre toda la costa oeste de la isla. Si bien es cierto que la Isla del Sol es un lugar muy turístico, también lo es que sus habitantes no han pervertido (aún) sus hábitos, sus trabajos y sus costumbres, y en cualquier lugar de la isla puedes encontrarte con gran cantidad de situaciones cotidianas de los quehaceres de sus habitantes.
Además de visitar la Isla del Sol nosotros hicimos un viaje hasta el extremo más lejano de la península, concretamente tomamos una movilidad que sale del mercado de Copacabana cada día hasta Yampupata. Desde allí subimos campo a través hasta la cresta desde la cual podíamos ver una panorámica de 360º del lago Titicaca que incluía la Isla del Sol y la de la Luna. Fuimos retrocediendo mientras andábamos por la cresta, lo que nos permitió ver ambos lados de las orillas de la península. A medida que la península se iba ensanchando nos decantamos al lado izquierdo dirigiéndonos a la población de Sampaya, llegamos al pueblo que sin saberlo se convertiría en el lugar escogido a nuestro regreso de España. Este pueblo es la mejor opción para acercarse a la Isla de la Luna, en un bote a remos se tarda 1 hora en ir y 1 hora en volver en un día sin viento. Hugo Canesa, habitante de Sampaya y encargado del albergue comunitario, nos llevó en su bote hasta la Isla.
La Isla de la Luna es una lengua de tierra alargada que asemeja una serpiente con la cabeza cortada. La leyenda dice que la isla era una serpiente que avanzaba ávida hacia la Isla del Sol para comérsela y a pocos metros de llegar a ella un valeroso guerrero inca fue capaz de cortarle la cabeza, la cual se hundió en las profundidades del lago quedando el resto de su cuerpo a flote. Por cierto, el único templo hallado en la Isla de la Luna es el de las Vírgenes del Sol donde los incas llevaban a las doncellas más hermosas.
Sampaya es un pueblo construido a las dos vertientes de un barranco que baja hasta el lago. Su arquitectura es de piedra y adobe y los techos de paja o calamina en perfecta simbiosis con el terreno. Es uno de los pocos pueblos que conserva casi intactos los sistemas de regadío y autoabastecimiento, así como el empedrado de las calles, desde épocas preincaicas. Donde las casas terminan empiezan las terrazas de cultivo que llegan hasta orillas del lago, es quizás el único defecto de Sampaya, que para regresar del lago tienes casi una hora de dura subida hasta el pueblo.
El señor Marcelin nos abrió las puertas de la iglesia y nos dijo que hacía mucho tiempo que no lo hacía ya que sólo hacen misa una vez al año.
Pasamos 4 días en el idílico albergue de Sampaya des del que se disfruta una espectacular vista de la Isla de la Luna y cuando las nubes lo permiten de la Cordillera Real.
Los días que pasamos en Sampaya los recordamos de un modo especial porque realmente es el lugar ideal para reposar…
…aunque nosotros no dejamos de hacer caminatas por los lugares de alrededor: los dos miradores situados en los extremos de cada vertiente y una excursión más larga al pueblo vecino de Santa Ana donde encontramos en la playa gente local en una reunión con un miembro de la Municipalidad y que nos invitaron a conversar con ellos
Hemos querido dejar para el final la que supuso la gran sensación de nuestros días en Titicaca: BAÑARSE EN SUS AGUAS. Parece que al principio el lago se resista a la intromisión de la persona, y su frialdad te sobrecoge, pero transcurrido un rato en su interior, un magnetismo recorre todo tu ser y te sientes como formando parte de él.
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